Fiestas...

  No estamos a salvo de aquellas fiestas donde  conocemos a pocas personas. No estamos a salvo de pasar alguna que otra noche envueltos en el calor de las luces y la música... pero, ¿todos nos sentimos cómodos en esos momentos? Debo confesar que al principio salir no me atraía demasiado, pero fue gracias a una de esas salidas donde supe lo que era un beso.

   Con el tiempo, me fui dando cuenta de que los besos no me atraían, ni siquiera los de mi ex pareja. Los meses pasaron y el ambiente de los bares y discos comenzó a fastidiarme. Realmente había comenzado a irritarme el hecho de que los hombres sean tan "babosos" y vayan directamente a eso, su cara los delataba por completo. Las pistas de baile se habían convertido en un mundo de gente donde pasar se hacía difícil, especialmente por aquellos hombres que me tomaban de la mano y se abalanzaban sobre mí pidiéndome un beso, sin dar muchas explicaciones. Así fue como dejé de salir y me alejé de todo eso.

  Luego de un tiempo, me di cuenta de que no debía darle importancia a tales situaciones, de hecho todo tiene un lado bueno: el sentirme halagada me levantaba un poco la autoestima. ¿Y a quién no? aunque admito que no siempre es algo agradable. Y después de todo, yo tampoco me tomaba en serio a ningún hombre, pues de no haberlo hecho nunca hubiese sabido que los besos no eran lo mío. 

 Y se preguntarán qué he resuelto hacer...he vuelto a las discos. Voy sólo cuando realmente quiero pasarla bien, bailar, escuchar buena música, despejarme, liberar el alma. Quizás en un pasado permitía que se acerquen a mí personas que, si bien no me disgustaban, no me volvían loca. Ahora, muy pocos son elegidos por mí para divertirnos un rato, el resto es simplemente espantado con mi mirada o con mis hábiles palabras.